En el nombre del Padre y del Hijo y de la especie,
en el nombre de las cosas que no tienen nombre;
en nombre y memoria de los que no tienen nada
y sucumben, abandonados, sin apellidos.
En nombre de la conciencia, seca para tantos;
en el de la Ley marcada por arte divino;
en nombre del Derecho Universal de los Hombres
que proclama que todos nacemos para herirnos.
En nombre de las cosas que no tienen sentido:
los semáforos sin luces, los odios encendidos,
los cantos de sirenas que nunca se escucharon,
la huída de los ángeles, el miedo de los niños
como bocas abiertas de peces espantados.
En nombre del Padre y del Hijo y del Cielo
y del Amor que no es Amor en todas las partes;
y, hasta en el nombre santo de estos versos inútiles,
quiero confesarme creyente del Hombre sólo,
del Hombre que se crea y se destruye por serlo,
que camina siempre por los caminos del barro
modelando un dios a su imagen y semejanza.
Por eso en nombre del Hombre y del Barro y del Verso,
yo creo, firmemente, en las sombras de las cosas,
creo en lo imperfecto por los siglos de los siglos
y en la íntima eternidad de un instante al instante.
Autor: Cleofas
Desde: Los tejados
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