10 nov 2008

EL VIEJO




Por Joseph

Dirigió su mirada hacia el reloj de pared, testigo mudo y acompañante fiel, que por tantos años le dictó día tras día la hora en que su amada, aquella mujer esencia de durazno, llegaba a visitarlo.
Hoy la soledad enmarca su demacrado rostro, la tristeza de su alma se respira por toda la casa. El recuerdo de su "niña loca" lo acompaña, haciendo leve el vacío de sus días.

-¿Cuantos recuerdos maravillosos transcurrieron tras estas paredes? ¿Cuantos suspiros apagados por la pasión? - se pregunta sin decirlo, ni siquiera pensándolo, solo con observar a su alrededor y sentirlo.

Sus ojos se cierran lentamente perdiéndose en el pasado. En eso, se oye llamar a la puerta
-Toc, toc, toc.
Voltea a ver el reloj. -Es la hora, debe ser ella -dice aquel despojo de ilusiones.

Se levanta con dificultad del polvoriento sofá; resguardo diario, la mayor parte del las horas, de su decrépito cuerpo.

Abre la puerta y ¡Si!, ¡Es Ella!; sus miradas se cursan. Ella con una maravillosa sonrisa, igual que siempre, muestra una descarada felicidad. Los labios de ambos, resecos por el paso del tiempo, se humectan uno al otro con ese infinito amor. Ambos entrelazados, suben por las escaleras con paso lento pero sin soltar las manos.
En el rellano, justo a la entrada,
Ella voltea a su alrededor, observa la habitación y le regala un suspiro que escapa, corre y se oculta en los rincones.
El rodea con sus brazos el femenino cuerpo de su amada, que responde a su calor acurrucándose en su pecho. Los dos con toda calma se tienden en la cama, y así comienzan con el ritual. Pasan las horas conversando, besándose, siendo el uno del otro, hasta que...

Suena el reloj de pared. El viejo postrado en su sofá abre los ojos -Toc, toc,toc -continua la puerta, nadie atiende -Toc toc,toc -insiste, pero el anciano sigue en ese sueño, en el maravilloso pasado donde queda eternamente atrapado junto a su amada, en aquella habitación, lugar de tantos suspiros apagados por la pasión.

JOSEPH
(Desde Rucailas)

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