La última ola del mar se me ha comido
recortando en mis pies el perfil de su penumbra.
Aún lloraba la noche sus estrellitas de ensueño…
aún le caían lágrimas por sus ojos entreabiertos…
¡Cómo temblaban las aguas como espejitos de cielo!
¡Tembló la perla del alba al parto de aquel encuentro!
Caballos, caballos de agua nieve atropellándose a mi encuentro.
Danzan ensortijadas las ondas inmedibles
para contraerse en ruborosas espirales
entre ritmos regulares de la desenvoltura,
y se remansan como en un susurro de amor besándome los muslos
en diluidos silencios que ocultan sus verdades.
Su nevada melodía quitó guitarras al cielo,
y el plumón de sus espumaspuso nieve a aquel encuentro.
Caballos, caballos de agua nieve atropellándose a mi encuentro.
Alboroto entre mis dedos de airea los hilanderos del sol, red de ilusiones,
Caballos, caballos de agua nieve atropellándose a mi encuentro.
Alboroto entre mis dedos de airea los hilanderos del sol, red de ilusiones,
tesoro de mi yo caprichoso que ansía su oro.
Su cabello es el velo de fuego de una fuente que se hace vidrio,
la envoltura de la aurora se resuelve en espigas.
Forjador de chispas, deja caer el sol su madeja suelta,
dorados hilos de su arañaque se retuerce como ser viajero por sus olas
despeinando la seda de la gruta gloriosa de su ojo.
Caballos, caballos de agua nieve se atropellan a mi encuentro.
Llega el mar con sus notas de medusas
para ser bebida con sed de semilla seca.
Una melancolía blanca como plumón yace sobre una pasión de crines azules.
Un mar con sueño, agua muertapara ser enterrada en su ataúd blanco de arena.
Arena virgen tan sólo hoyada por las notas de mis piesy los esqueletos de sus caracolas.
Pepe Martín
Pepe Martín
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