16 may 2009

UN CANTO A LA VIDA


CARLOS RODRÍGUEZ PINTOS
URUGUAY


Contra mi pecho joven, tú estás desnuda, vida.
Afelpada en silencios o en ritmos encendida,
Caliente de esperanzas, plena, sensual y ruda,
En una lenta y honda caricia estremecida,
Apretada a mi carne, Vida, tú estás desnuda.

Sobre tus flacos amplios, fuertes y palpitantes
Borrachos en tus savias y en tus zumos retinto,
Divinamente ciegos, violentos e ignorantes
Como cachorros sueltos, retozan mis instintos.

Mi pupila ama el lujo de tus soles ardientes,
El regocijo blanco de tus huertos floridos,
Los oros extenuados de tus largos ponientes
Y el azul delirante de tus cielos tendidos.

En la brisa salvaje, bebo tu aliento puro,
Te recojo en el grito y en el canto divino
Y te sorbo en la sangre del racimo maduro,
En las bocas jugosas, en la miel y en el vino.

Bruñida de intemperies, de lluvias y nevadas,
Mi piel busca el mordisco de los vientos serranos,
El dulce escalofrío de las lunas heladas
Y los alcoholes rojos de tus agrios veranos.

Gente a mi asombro inquieto y a mi espera anhelante,
Tú despliegas tus pompas en suntuosos derroches;
Y yo te amo en toda tu desnudez cambiante
Castigada de auroras o pálidas noches.

Y yo te amo, Vida, en este cuerpo mío,
Ágil, sensual y fuerte, elástico y profundo,
Donde tiembla la vena de un fantástico río
Y se copian los ritmos dislocados del mundo.

Y te ofrezco mi joven audacia, mi ternura,
Mis cóleras espléndidas, y esta impaciente loca
Que me enciende en pavesas toda la entraña oscura
Y sube, rota en gritos, a sangrarme la boca.

Y te ofrezco mis calmas y mis ímpetus rojos,
Mi voluntad magnífica, mis violencias lozanas;
Y este limpio entusiasmo que encabrita mis ojos,
La alegría insolente de mis vísceras sanas.

Yo siento en los oscuros horizontes vedados
Fijos en mí, en la sombra, grandes ojos abiertos.
Los hombres de mi raza me contemplan callados
Y alzándome purísimo, yo les grito a mis muertos.

Abuelos solitarios, silenciosos abuelos,
Mercaderes, pastores, artistas, héroes, santos;
En mi barro dramático junto vuestros anhelos
En un haz doloroso… que me deshace en cantos.

Conmovido y vibrante como una antena viva
En mis nervios aguzo vuestros nervios dormidos,
En tanto va esparciendo mi vehemencia nativa
La exaltación triunfante de mis cinco sentidos.

Vagas sombras inquietas me empañan la mañana;
Grávida de agrios signos tiembla una alarma oscura,
En los clarines roncos de la muerte lejana,
Y me hiere el alerta… como una mordedura.

Apresúrate, Vida. Ya esperan impacientes
Las mil larvas oscuras y ciegas del fracaso.
Se acallará el tumulto de mis sienes ardientes
Y el mediodía rubio se extinguirá en ocaso.

Me sellarás los labios con encendidos lacres,
Me ligarás las manos con implacable venda;
Y has de seguir goteando todos tus jugos acres
Sobre la carne viva de mi angustia tremenda.

Olfateando en la noche, como un puma en acecho,
Mi destino irritado y arisco, te vigila.
Un latido profundo se me rompe en el pecho
Y en esa espera, se ahoga de sombra mi pupila.

Nunca el vaso suntuoso de una joven entraña
Te brindará su savia romántica y huraña
Con este recio impulso viril que me levanta.
¡Oh Vida, Vida, Vida!, fiesta maravillosa,
Nadie ha de amarte nunca con la avidez rabiosa
De este muchacho flaco y ardiente que te canta.

1 comentario:

DRA. ROCIO ESPINOSA dijo...

MUCHAS GRACIAS
Un hermoso poema.