16 may 2009

Carlos Rivas Larrauri

Cosas de la vida
No pirdas mano, el tiempo;
en balde es que mi digas
las penas que yo tengo
la copa mi las quita,
y, pase lo qui pase,
tendré qui ser ansina,
porqui al ponerme chuco
todito si mi olvida,
me viene guango el mundo
y a naiden pido frías...

Te lo agradezco mano...
bien sé qui harto m'estimas
y qui te duele muncho
que mi haiga gücíto ansina;
pero... es en balde, cuate...
¡Son cosas de la vida!

Es cierto lo que dices:
ya sé qu'es cobardía
qui un hombre por sus penas
se intriegue a la bebida,
pero es que t'equivocas
dialtiro site fías nomás de l'aparencia:

¡Yo soy un vil marica!,
¡un probe disgraciado
que no tiene ni pizca de macho,
ni de nada que güela a valentía!.

Si yo juera valiente,
¿tú crés qu'estaria viva
aquella disgraciada
qu'es causa de mi ruina...?

Ya luego aquello qu'hice,
¿no jile una cobardía...?
¿Por qué maté a aquel hombre
y no maté a la endina...?

Ella era la culpable;
porqu'él... güeno,
tenía también algo de culpa,
pero era muy poquita,
porqu'esa re... canalla
me debe hasta la risa,
y él, pos, honradamente,
crio ni mi conocía...
Pero es ansina el mundo,
¡son cosas de la vida!:
el más pior, tan tranquilo
y el más mejor, la vítima!

Y ora golviendo al cuento
de lo que te dicía,
verás por qué te dije
que soy un vil marica:
yo jui tan atascado
que ni me las olía,
ni supe que m'estaba
haciendo guey la endina,
hasta que en una tarde
di un desgraciado día,
me los jallé… "enfregante"
(crioque se dice ansina)
y, entonces, ¡afigúrate
nomás qué sintiría!
Me puse como loco;
corrí pa la cocina;
cogí di allí el cuchillo,
y, sin saber qui hacía,
con ganas de vengarme,
me jui sobre la endina
y... levanté la mano;
pero ella... -¡maldecida!-
me vio con unos ojos
que nunca se mi olvidan,
y yo... bajé la mano y...
-ai'stá mi cobardía-
me dio ritiharta lástima,
la vide muy bonita,
y no pude ya hacerle
lo qu'ella merecia...

Pero yo'staba loco
de celos y de muina,
y, pa calmar las ansias
horribles qui sintía,
necesitaba sangre
y... ¡el otro jue la vítima!

Dimpués, tú ya lo sabes;
pa qu'es que te lo diga:
cinco años en la Peni;
cuatro años en las Islas,
y, aluego, otros tres años
de darle a la bebida
queriendo olvidar cosas
qui nunca si mi olvidan...

¿Pa qué puedo ser güeno..
¿Pa qué queres qui sirva,
si sólo con la copa
las penas se me quitan...?
¿será el rimordimiento...?
¿Será qu'entodavía
mi acuerdo d'esa infame
que's causa de mi ruina...?
¡Quén sabe! Pero... mano,
en balde es que me digas...

Es cierto lo que dices:
es una cobardía

qui un hombre por sus penas
se tire a la bebida,
pero... con todo y todo,
ya más mejor no sigas...
¡Pa mí ya no hay remedio...!
¡Son cosas de la vida!

La probecita de Inacia
Cuando se vino del rancho,
todos créiban que si armaba;
naiden pensó qu'eso juera
la ruina de la chamaca.

Se vino porque la cosa
andaba dialtiro gacha;
eran munchos de familia
y, pa sostener la casa,
con lo que ganaba Lucas
ni modo que si ajustara.
Y como l'amo del rancho
necesitaba una gata,
pensó Lucas que era güeno
que juera a sirvir la Inacia,
su hija mayor, qui apenitas
en los quinci años andaba.

Sempre jue la consintida,
pos, dende muerta su mama
iba ya pa los cinco años,
ella jue la de la casa,
cuidando a sus hermanitos
y a Lucas, sin que s'echara
de menos a la dijunta
en las cosas de la casa.

Ella s'iba tempranito
a llevarle la canasta a Lucas,
pa que tuviera sus gordas
y su Tlamapa, sus chilitos,
sus frijoles y todo lo qui hace falta
al pión que, dende temprano,
s'está dando la gran talla
pa sacar, al fin de cuentas,
treinta centavos de raya.
Y, aluego ya que golvía
de darli a la tíacualiada,
l'entraba duro y cantiado
al quihacer que bía en la casa...

¡Era una cosa muy chula
ese dimoño d'Inacia!
Pero l'hambre andaba recio
y a Lucas no le quedaba
más rimedio que'l que juera
su hijita a sirvir de gata,
pa que ganara unos jierros
conque'l probe si ayudara.

Y ansina jue com'un dia
intriegó Lucas a Inacia
en casa del siñor amo
pa que sirviera de gata,
al cabo l'amo era güeno
y siguro iba a cuidarla...

Al prencipio recibia
a una carta por semana;
dimpués una cada mes,
y aluego ya ni una carta,
pero eso era lo de menos,
Lucas no se priocupaba,
porque, al fin y al cabo,
su hija se jallaba en güena casa.

En cercas de cinco meses
n'hubo noticias d'Inacia,
hasta qui un día se supo
qu'estaba dialtiro mala
y qu'era güeno que jueran
de su casa a vesitarla,
porque la cosa era grave
y no juera la disgracia...

Luego luego, el güen Lucas,
s'hizo de tantitas lanas
y corrió a ver a su hijita,
a su probecita Inacia;
pero... ¡ya la jalló muerta!
¡Acababan d'intierrarla!
Claro'stá qui averiguó
cuál jue di aquello la causa
y... ¡lo que supo jue horrible!
¡La muerte de su chamaca,
jue a causa di un bebedizo
que le dieron pa qu'echara
el fruto de su dishonra
que llevaba en las entrañas...!

Y dicen las malas lenguas
qui a veces no son tan malas,
qué de toditito aquello
que le sucidió a l'Inacia
tuvo la culpa don Pedro,
el amo di aquella casa
qui a Lucas le paricia
de munchisima confianza..

Dende entonces, el güen Lucas
no a güelto a jallar la calma
y a todos los que s'incuentra
les dice, bañado en lágrimas:

"¡Malhaigan los atascados
que sueltan a sus chamacas...!
¡Malhaigan los que no sernosni siquera pa cuidarlas!"

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